Las políticas de los bancos centrales disparan el apetito por activos de riesgo entre los inversores. Hoy, los popes de la economía mundial debaten si los estímulos económicos de los grandes bancos centrales están fabricando una burbuja. El tsnunami de liquidez produce milagros inquietantes: dispara el encanto de la deuda pública de Ruanda, lleva a Wall Street a máximos históricos pese a lo incierto de la recuperación económica y la estabilidad de las cuentas públicas estadounidenses o deja el coste de financiación de las empresas de alto riesgo en el mínimo del que se tienen registros. “Cada vez hay más emisiones de baja calidad de empresas norteamericanas y proliferan de nuevo los productos financieros complejos, como antes de la crisis. Es mejor controlar estos procesos cuando aún son incipientes”.
La mayoría de los jueces fallan a favor de los pequeños inversores de preferentes. Los argumentos jurídicos varían levemente de un caso a otro, pero todos tienen de fondo el del vicio del consentimiento. Los jueces empiezan a tener en cuenta el contexto y a censurar expresamente a las entidades, más allá de fallar en su contra. Los afectados se han encontrado, además, con una ventaja en los juzgados: la posibilidad —de momento testimonial— de que el fallo obligue al banco a devolver no solo el principal de la inversión, sino también los intereses cobrados.
El negocio de los créditos rápidos parece resurgir. Una de las más conocidas, Cofidis, incrementó un 4,7% el volumen de préstamos otorgados en 2012 con respecto al año anterior, hasta un importe total de 368, 5 millones de euros, y elevó su baste de clientes activos un 2,85% hasta los 796.831. A cambio de la facilidad y sencillez con la que se concede el capital, las comercializadoras imponen elevados tipos de interés que de media superan el 20%. Ausbanc aconseja que se utilicen “como último recurso, no como una opción de financiación habitual”.
Los nuevos sensores, telecomunicados, abren un negocio millonario en todo el mundo. Solo la producción de estos componentes, controlada por grupos como Bosch, STMI, Schneider, Infineon, GE o Honeywell, se ha disparado de 40.000 a 62.000 millones de euros entre 2007 y 2011 y se espera que llegue a los 100.000 millones en tres años. Pero ¿se va a beneficiar España de la ola? Según los expertos, sí. Aun cuando no tengamos industria de chips, habrá negocio en el desarrollo y fabricación de aplicaciones, en el tráfico M2M (machine to machine), en la integración de sistemas y en su instalación.